miércoles, 4 de octubre de 2017

Lehahiah, el Ángel que trae paz nuestras almas




Atributo: Dios clemente.
Planeta: Júpiter.
Coro Angélico:  Dominaciones.
Sefiráh: Jesed.
Horario de regencia: de  11  a 11:20 horas.
Se lo invoca para:
  • Calmar nuestra ira.
  • Comprender las leyes divinas y la estructura del universo.
Los nacidos bajo su regencia:
El que nace bajo su regencia será célebre por sus talentos y acciones. Un pacificador inspirado. Tendrá la simpatía de todos y le encanta resolver los problemas siempre aconsejando y apoyando. Su aura de confianza atraerá personas influyentes que lo invitarán a trabajar. Será un buen trabajador rindiendo más en puestos de liderazgo. Sus actitudes serán firmes con altos principios morales, bondad y hospitalidad, pero puede sufrir percepciones cuando las personas no corresponde a sus expectativas. Deberá siempre profundizar en todos los asuntos que le interesan y si no tendrá que acomodarse a tener siempre un conocimiento superficial sobre todo. Profundamente emocional, transfiere a los hijos el amor recibido de sus padres. Podrá ser un mecenas de las artes, principalmente de la música, pues a pesar de su talento difícilmente será practicante. Tendrá dones paranormales latentes que podrán llegar a ser liberadores. La limpieza perfecta será una de sus grandes preocupaciones, porque sabe que en lugares sucios, objetos rotos, se hallan las miasmas.
Cita bíblica:
Israel, pon tu esperanza en el Señor
desde ahora y para siempre.

Salmo 131:3

LEHAHIAH: ‘EL REY COLERICO’

Poco a poco la comarca de Masar iba quedando deshabitada. Desde que Lehahiah fue nombrado Soberano del reino, sus habitantes fueron sometidos a un riguroso destino.
El temor hizo aparición en cada hombre, pues la cólera del rey cuando se desataba era terrible. Masar no había sido nunca una tierra de cobardes, era un pueblo acostumbrado a hacer frente a las dificultades de la vida. No rehuían el combate cuando era necesario luchar y se compadecían de sus enemigos cuando eran derrotado en las batallas.
Pero desde que Lehahiah se corono rey, exigió a todos fidelidad para acabar con la injusticia y con la corrupción.
Todos esperaban que su propósito fuese custodiar y proteger a Masar de los traidores y asesinos, y así fue, pero para lograrlo dicto una orden en la que abolió el derecho a ser juzgado. El se proclamo único juez y empuñando su espada sentenciaba a diestra y siniestra.
A un campesino que fue sorprendido robando una gallina, le llevaron a su presencia y cuando conoció los cargos de los que se le acusaba ordeno:
-Cortadle la mano derecha y si vuelve a repetir su acción, cortadle la otra también.
Aquella fue su primera sentencia como único y supremo juez. La verdad es que todos quedaron boquiabiertos por la sorpresa. Nadie comprendía lo que estaba pasando y fue uno de los Consejeros de la corona el que indignado por aquella actitud se dirigió al soberano:
-Majestad, perdonad mi atrevimiento, pero hablo en nombre del Consejo Real y debo transmitiros nuestro rechazo ante la decisión que habéis tomado.
-iBasta! -grito encolerizado Lehahiah -. Si no ponemos fin al mal, este nos ganara la batalla.
El consejero viendo que difícilmente podría convencer al rey de que su disciplina era despiadada, opto por abandonar la sala.
A este caso sucedieron otros y muy pronto la celda de castigo y la guillotina adquirieron un especial protagonismo.
El pueblo estaba aterrorizado y muchos decidieron abandonar sus hogares con mucho pesar y aventurarse en la búsqueda de un nuevo horizonte.
En poco tiempo Lehahiah vio como su reino quedaba deshabitado y la opresión a la que había sometido a su pueblo iba dando su recompensa.
Cierta mañana, cuando se levanto, el silencio era tan denso que se respiraba en el aire. Aquello llamo su atención, y quiso conocer la causa de tanta inactividad.
Llamo varias veces a sus servidores, pero no recibió respuesta. La cólera le sobrecogía una vez mas y tomando su espada salió nerviosamente en busca de una explicación.
Al pasar por un estanque vio reflejada la imagen de un hombre. Era tanta su cólera que arremetió contra él. Con un mandoble introdujo la espada a la altura del corazón del que presumió era su enemigo, pero cual fue su sorpresa al comprobar que aquel hombre era el mismo.
Desde entonces, Lehahiah ya nunca más atentaría coléricamente ni contra los seres ni contra las cosas y se convirtió en un fiel ejecutor del orden.
Poco a poco, irían retornando los que un día se fueron, y llegarían muchos mas, deseosos de servir al justo Soberano de aquel reino.
Fin

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